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Altar Mayor de la Parroquia de la Oliva. Lebrija

La Iglesia de Nuestra Señora de la Oliva de Lebrija fue construida en tiempos de Alfonso X el Sabio, en la segunda mitad del siglo XIII, y ampliada con algunas reformas importantes durante los siglos XV, XVI y XVIII. Consta de tres naves de cinco tramos, divididos por pilares, con arcos de herradura apuntados. Se encuentra situada en la plaza Rector Merina de esta localidad. Claro representante de la arquitectura fronteriza, ya que se edificó para resaltar la importancia del Cristianismo sobre el mundo islámico.

De la primitiva iglesia, de planta rectangular, quedan cuatro tramos fácilmente distinguibles del resto del conjunto del edificio, con pilares rematados por capiteles de inspiración románica, gótica y almohade, que sostienen cúpulas adornadas con motivos de lacería y restos de pintura.

A los pies de la iglesia se encuentra la Puerta del Perdón, acabado en arco apuntado abocinado de ladrillo apoyado sobre columnas también de ladrillo.

La portada de la nave izquierda, llamada Puerta del Sol y hoy entrada principal a la iglesia, está construida en piedra. Sobre el dintel se encuentran dos discos de piedra decorados y una lápida funeraria de mármol, de etapa visigoda.

A partir de 1475 se iniciaron las obras de reforma y ampliación de la cabecera de la iglesia, que duraron hasta finales del siglo XVI, siendo dirigidas hasta 1503 por Francisco Rodríguez, por entonces maestro de obras del Arzobispado. A esta fase corresponden el crucero y el ábside, que se cubren con bóvedas vaídas de casetones y de nervaduras.

La sacristía se construyó entre los años 1570 y 1583 siguiendo las trazas proyectadas por Hernán Ruiz II en 1568. Es de planta centrada, es de estilo renacentista y cuenta con una cúpula de gran belleza arquitectónica.

El claustro, conocido como Patio de los Naranjos, está situado a la derecha de la cabecera de la iglesia; es de planta cuadrada y está recorrido por arcos de medio punto que se apoyan sobre columnas de mármol. Se construyó a finales del siglo XV y ha sido reformado y restaurado en varias ocasiones.

La capilla bautismal es de principios del siglo XVIII, siendo levantada por el maestro de obras Alonso Vidal entre los años 1702 y 1704.

La torre, situada a los pies de la nave izquierda, se levantó entre 1756 y 1778. Consta de cuatro cuerpos, el primero de piedra y los restantes de ladrillo. Su construcción está inspirada en la Giralda de Sevilla, por lo que popularmente es llamada "La Giraldilla".

El retablo del altar mayor de esta iglesia constituye una de las obras fundamentales del arquitecto, pintor y escultor Alonso Cano. Destacan en él la Virgen de la Oliva, considerada por muchos como la mejor escultura realizada este importante artista granadino, así como el Crucificado y las esculturas de San Pedro y San Pablo.

 

Algunas imágenes de La Oliva

Recuerda que en el propio monumento encontrarás códigos QR que te ayudarán a conocer mejor esta joya del patrimonio cultural lebrijano.

Cuando se habla de “castillo” es difícil no imaginar ese lugar fuerte, rodeado de murallas, con incluso torres, fosas y baluartes, al que se refiere el Diccionario de la Real Academia de la Lengua. En ocasiones esta expectativa provoca incluso un cierto sentimiento decepcionante al subir al cerro y percibir a primera vista sólo vestigios aislados de alguna torre o lienzo de muralla. Tras ese primer encuentro, y si se detiene la mirada, poco a poco se comienza a apreciar matices que te conducen a contemplar desde los restos de carácter militar de la antigua fortificación medieval, un Bien de Interés Cultural, hasta el papel de bastión y mirador sobre el territorio que desempeña el promontorio en la actualidad.

Esta doble condición, como lugar defensivo y espacio de amplio dominio visual sobre el entorno, han sido una constante que ha marcado el devenir histórico del cerro desde la Prehistoria y de la ciudad de Lebrija, a cuya abrigo surge y se desarrolla desde hace unos 5.000 años. Se hace difícil no remontarnos en el tiempo para establecer ese vínculo, nunca totalmente roto, que la cuerda del tiempo establece entre pasado, presente y futuro.

Con 72 m de altitud máxima, el Cerro del Castillo constituye una elevación geoestratégica rodeada de pequeños montículos menores. El paisaje que desde aquí se contempla ha sufrido una transformación profunda durante los últimos dos milenios. Por su configuración se define como un espolón que se interna hacia el norte y este en la amplia planicie de Las Marismas, por dónde antaño y durante toda la antigüedad surcarían barcos, al ser un primitivo estuario marítimo que, con su colmatación pasó a ser un lago (Lago Ligustino) y, posteriormente, tierras de marisma. Hacia el sur y este se desarrolla una ladera en pendiente que, ocupada por el caserío histórico, permite una posición dominante como transición territorial hacia La Campiña.Los primeros vestigios de ocupación localizados en el cerro datan de la Edad del Bronce, aunque hay que esperar hasta el siglo III a. C. para documentar la primera construcción estable conocida: una torre vigía ibero-romana que, levantada en el punto más alto del cerro, permaneció en uso hasta el final de la antigüedad.

Hacia la primera mitad del siglo XIII se emprende la construcción de la fortificación por almohades, unificando bajo una misma ciudadela todo el perímetro superior del cerro. Este recinto cumplió tanto funciones militares y de control político al albergar en su interior la alcazaba o residencia del gobernador. Según los datos disponibles su configuración interior constaba de tres grandes zonas:militares y de control político al albergar en su interior la alcazaba o residencia del gobernador. Según los datos disponibles su configuración interior constaba de tres grandes zonas:

1/ El recinto superior o alcazaba: localizado en el extremo occidental del cerro. Se caracteriza por ser el reducto mejor defendido al encontrarse separado del resto del conjunto por una muralla compuesta por dos tramos (hoy parcialmente conservados) en cuyo centro se alzaba una torre del homenaje, destruida durante la Edad Contemporánea.

2/ El recinto intermedio se dividía en dos ámbitos independientes: El primero y superior, donde se localizaba la plaza de armas, un amplio espacio libre para refugio provisional de la población o el desarrollo de labores asociadas a la vida militar (ejercicios, entrenamiento de tropas, etc.). El segundo y coincidente con el extremo oriental del cerro, se han hallado algunas viviendas de la población residente en el interior de la ciudadela. En la zona más baja, coincidiendo con el tramo inicial de la calle de acceso al castillo, se situaba la entrada principal.

3/ El recinto inferior se emplaza en la falda meridional del cerro. De él se conserva visible una torre de refuerzo, encontrándose según las fuentes la segunda entrada al recinto y los aljibes principales.Tras la conquista cristiana de Lebrija en 1248 la fortaleza continuará en pleno funcionamiento durante más de dos siglos. Lebrija formará parte de una compleja red para la defensa del territorio, al erigirse como un lugar de frontera y un punto de referencia cristiano con múltiples enlaces ópticos tanto con Las Marismas como con distintas poblaciones de la Campiña. Esta funcionalidad llegará a su fin al acabar la contienda con la toma de Granada por los Reyes Católicos en 1492.

Arranca entonces un lento declinar y abandono como consecuencia de la pérdida de funcionalidad defensiva y la falta de otros usos alternativos. La erosión creciente de las laderas, la utilización del lugar para extraer arenas y material de obra van deteriorando y arruinando la fortaleza hasta llevarla paso a paso hacia la ruina. Sólo un pequeño renacer a comienzos del siglo XIX al intentar emprender la construcción de un convento y la organización de defensas en la Guerra de Independencia, paran momentáneamente esta grave situación. Terminado este breve episodio continua el derrumbe de distintos paños de murallas y torres e incluso la voladura controlada de algunos paños durante el siglo XIX.

Todo ello explica el bajo grado de conservación emergente del castillo medieval en la actualidad. Este hecho no resta ni su interés ni valor patrimonial a la plataforma como testimonio del hombre y su historia...

 

Su origen es un “emparedamiento” de mujeres piadosas enclaustradas en dependencias anexas a la Parroquia de la Oliva. Tras su formalización, el conjunto se expande por espacios colindantes al núcleo inicial.

Del recinto destaca la iglesia renacentista reedificada durante la 2ª mitad del s. XVI. Es una obra de cantería, con una sola nave cubierta por bóveda de cañón y cabecera plana rematada por bóveda vaída.

La portada situada a los pies, data de fines del s. XVI y se atribuye a la escuela de Hernán Ruiz II. De estilo manierista, se compone por un vano central, a modo de arco de triunfo, y dos columnas pareadas flanqueando la entrada. Alberga el intercolumnio dos hornacinas aveneradas que dan cobijo a San Pedro y San Pablo. En el segundo cuerpo, encontramos una hornacina que da cobijo a una imagen de la Virgen con el Niño. La espadaña está compuesta por una estructura propia del Renacimiento siendo ésta la alternancia de dintel y arco.

En el interior y situándonos en el presbiterio, encontramos el retablo mayor terminado en 1731. Realizaría la obra la familia Santa María Navarro, naturales de Lebrija. Como tema central en éste, aparece una imagen de la Inmaculada Franciscana y a sus lados Santo Domingo y San Francisco de Asís. Coronado el camarín de la Virgen, se observa un manifestador con la imagen de San Sebastián como titular de la iglesia, sobre el que se eleva un crucificado, ambos fechados en el s. XVI y pertenecientes al retablo primitivo. Lo acompaña la imagen de San Miguel y San Agustín, rematando el conjunto un alto relieve de Dios Padre. Francisco de Asís. Coronado el camarín de la Virgen, se observa un manifestador con la imagen de San Sebastián como titular de la iglesia, sobre el que se eleva un crucificado, ambos fechados en el s. XVI y pertenecientes al retablo primitivo. Lo acompaña la imagen de San Miguel y San Agustín, rematando el conjunto un alto relieve de Dios Padre. Junto al coro bajo del convento, observamos un retablo rinconera dedicado a Santa Beatriz de Silva, fundadora de la Orden. A los lados San José y San Antonio, obras de fines del XVII. Remata el conjunto una representación de San Juan de Nepomuceno. Frente a éste, encontramos el retablo que da cobijo a Ntra. Sra. del Mayor Dolor acompañada de San Joaquín y San José. En un cuerpo superior se observan los relieves de Santa Ana con la Virgen Niña y Santa Isabel con San Juan. Corona la obra un águila imperial o ave Fénix símbolo de la Resurrección.

De inferior calidad y afrontados en el segundo tramo de la iglesia, se encuentran dos retablos de madera sin policromar. El primero de ellos de finales del XVIII, alberga la imagen de Jesús Nazareno acompañado de San Juan y San Nicolás, esculturas fechadas en 1700. En el ático, la imagen de Santa Bárbara y Santa Clara con un relieve de la Asunción al centro. El último de los retablos está dedicado a Santa Lucía. Junto a la imagen central, San Bernardino de Siena y San Francisco de Paula. En el ático, Santa Catalina de Alejandría y Santa Isabel, rematando un relieve del Bautismo de Cristo.

El conjunto de la obra retablística supone una acertada y equilibrada síntesis de elementos naturalistas y recursos geométricos. El uso del estípite como elemento sustentante, y la decoración formada por volutas, molduras y cornisas quebradas en complejas angulaciones, reflejan las principales características barrocas. Cabe destacar los fondos verdes de los retablos usados para el resalte de las líneas doradas que forman el dibujo. De igual forma, es interesante el artesonado del coro alto a los pies de la iglesia con una azulejería del s. XVII.

La capilla de la Aurora alberga en su interior las imágenes titulares de la Venerable Hermandad y Cofradía de Ntro. Padre Jesús de la Humildad, Ntra. Sra. de la Victoria, Ntra. Sra. de la Aurora y San Juan Evangelista.

Actualmente se desconoce quién fue el autor de la hermosa talla de gloria de Ntra. Sra. de la Aurora y, aunque también se ignora el año exacto en que se creó, esta obra realizada en madera policromada puede datarse en el siglo XIII.

La imagen de Ntra. Sra. de la Victoria, datada en el siglo XVII, también es de autor desconocido, aunque no se descarta que fuese realizada por las manos del imaginero José Montes de Oca. También hay quienes creen que pudo ser realizada por algún discípulo de la escuela de Martínez Montañés.

La talla de San Juan Evangelista se piensa que fue realizada en el siglo XVII por el destacado artista Pedro Duque Cornejo, hijo del escultor Felipe Duque Cornejo y de la pintora Francisca Roldán, siendo por tanto nieto de Pedro Roldán. Ntro. Padre Jesús de la Humildad fue realizado en 1981 por el escultor Juan Abascal Fuentes.
La imagen que recorre Lebrija cada Miércoles Santo no es la primera imagen titular de la Hermandad de la Humildad. La talla original es el Cristo de la Humildad y la Paciencia, realizado en el siglo XVII y de autor desconocido.Actualmente se encuentra en el coro la Capilla de la Aurora. Cada Miércoles Santo la Virgen de la Victoria se convierte en alcaldesa de la ciudad de Lebrija. Esto ocurre desde 1991 cuando la Alcaldía de Lebrija es nombrada Hermana Mayor Honoraria de la Hermandad, por lo que cada año en la mañana del Miércoles Santo, la alcaldesa cede la vara de mando para que la Virgen lo porte durante toda su estación de penitencia.

Ntra. Sra. de la Victoria tiene dos “sayas toreras”. Estas sayas (faldas) fueron realizadas en el taller de bordados de la Hermandad con trajes de luces.

El primer traje fue donado por Dña. Consuelo Ruiz de Castro y perteneció a un picador. El segundo fue donado por el novillero lebrijano José Luis Villalba, el cual perteneció antes al torero José Tomás.

ORIGEN DE LA HERMANDAD DE A HUMILDAD

El origen de esta Hermandad está estrechamente vinculado con el gremio de los molineros, quienes en el año 1640 fundaron la cofradía de San Francisco de Padua y comenzaron a sacar la procesión de penitencia bajo la insignia del Santo Cristo de la Humildad y la Paciencia de Nuestro Señor. Esta Hermandad también es popularmente conocida como “La Hermandad de los Zagales”. Esto se debe a que los primeros costaleros de la imagen de San Juan fueron los jóvenes pastorcillos de la localidad, tradicionalmente llamados “zagales”.

FECHAS IMPORTANTES

15 de agosto: Cada año en esta fecha, durante la madrugada y las primeras horas de la mañana, los hermanos pasean por las calles engalanadas de Lebrija a la Virgen de la Aurora para celebrar la Asunción de María, es decir, la subida al cielo de la madre del hijo de Dios. Durante su recorrido por el pueblo es acompañada por los lebrijanos y el Coro de Campanilleros de la Aurora, fundado en 2002 por los jóvenes cofrades de la Hermandad de la Humildad.

El hospital de la Santa Caridad se unió, en el año 1686, con los otros dos hospitales que había en Lebrija: el hospital de la Misericordia y el de Santa María de la Piedad. El motivo de esta unión fue la necesidad de mejorar los servicios que prestaban a las personas enfermas y sin recursos, al englobar las distintas administraciones en sólo una.

De esta época es el azulejo que aún se conserva en el pasillo de acceso al patio actual de la calle Trinidad, en el que está grabado “Esta casa durará mientras a Dios temieren y a los pobres de Jesucristo sirvieren y en entrando en ella la codicia y la vanidad, se perderá”.

Este hospital benéfico además de cuidar a los enfermos, sin hacer diferencias entre hombres y mujeres, también se encargaba de enterrar a los difuntos y atender a los peregrinos que llegaban hasta la localidad. Años más tarde, este hospital también ejerció como escuela hasta que finalmente se ha convertido en una reconocida residencia de ancianos.

EL SUEÑO DE “DON BALDO”

Sí, a veces los sueños se hacen realidad como le ocurrió a Don Baldomero Cortínes Pacheco, más conocido por los vecinos del pueblo como “Don Baldo”.El sueño de este lebrijano, licenciado en Ciencias Químicas y que dedicó su vida al campo, fue ayudar a los ancianos más necesitados y humildes de la localidad. Para lograrlo confió en su familia, en cuyas manos dejó todo su patrimonio para que fuesen ellos quienes continuasen esta gran obra humanitaria. Así pues, fueron sus sobrinos quienes crearon una asociación a través de la cual han podido, junto con la colaboración del Ayuntamiento y la Junta de Andalucía, levantar y devolver su utilidad, convirtiendo el edificio en una residencia de ancianos.

RESIDENCIA DE PERSONAS MAYORES DE LA CARIDAD

Las obras para rehabilitar el edificio comenzaron en septiembre de 1995, cuando las hermanas de la Compañía de Hijas de la Caridad “San Vicente de Paul” dejaron de atender el edificio y fue clausurado.

Durante su reforma, que conllevó la demolición de gran parte del edificio en el año 2001, se puso especial cuidado en mantener la capilla del siglo XVIII, en la que hoy día aún se puede contemplar una interesante azulejería típica sevillana del siglo XVI cubriendo sus paredes.

Actualmente esta residencia, inaugurada en el año 2007 atiende a más de 50 personas mayores.

Originalmente fue la iglesia del convento de la Orden tercera de San Francisco, fundado bajo la Advocación de Santa María de Jesús en el segundo cuarto del s. XVI. Las obras de la Iglesia abarcaron desde esa época hasta el primer cuarto del s. XVII, habiéndose reedificado y ampliado la nave del templo a fines del s. XVIII.

A la primera etapa constructiva corresponden el presbiterio, la sacristía y la portada del muro izquierdo. La nave se cubre con una bóveda de cañón con lunetos y arcos fajones. El presbiterio, de planta cuadrada, se cierra con una artesa de ocho paños de principios del siglo XVII. La sacristía, situada detrás del altar mayor, es de planta rectangular y se compartimenta en dos espacios paralelos con gran arco de medio punto con el intradós decorado con yesería en forma de cartones recortados. Los dos espacios que la configuran se cubren por medio de vigas de madera con azulejos de principios del s. XVII, cronología que hay que fijar para toda la sacristía.

A fines del s. XVIII, época en la que se reedificó el cuerpo de la nave, se abrieron a ésta en el lado de Evangelio cuatro capillas comunicadas entre si, componiendo una segunda nave. De esa misma época es el coro, situado en alto, a los pies de la nave.

La portada del izquierdo de estilo manierista, está labrada en piedra y se fecha a principios del s. XVII. La constituye un vano adintelado entre pilastras rematadas en ménsula que soportan un entablamento sobre el que se sitúa un frontón curvo con remates en forma de esfera en cuyo tímpano aparece un relieve d la Virgen con el Niño.
A los pies, aparece la otra portada que abre a un atrio. De época posterior y más sencilla que la anterior, se presenta decorada con pilastras, dintel en resalte y remates en la pilastra y la clave.

Compone el conjunto escultórico de este templo varios retablos e imágenes de talla realizados entre los siglos XVII y XVIII, además de algunas imágenes de candelero de reciente factura. Destaca de manera especial el retablo mayor situado en la cabecera del templo, cuya estructura arquitectónica y ornamentación escultórica podemos clasificar en el primer cuarto del siglo XVIII. En la hornacina central aparece la imagen de la titular, Santa María de Jesús, figura de candelero del s. XVII. En las calles laterales observamos esculturas de San Miguel y San Roque, en el ático San Fernando, San Francisco y dos Santas Franciscanas. Remata el conjunto una cruz encajada en una hornacina amoldada. En el lado derecho del presbiterio se sitúa un pequeño retablo-hornacina que da cobijo a San Juan Bautista. Frente a este una pintura de la Virgen Inmaculada del siglo XVIII.

A continuación, ya en el muro de la nave, encontramos diversos retablos fechados a finales del s. XVIII y dedicados a la Virgen del Carmen, Ntro. Padre Jesús Cautivo y el Santísimo Cristo de la Buena Muerte fechado en la segunda mitad del s. XVI y atribuido a Juan Bautista Vázquez el Viejo.

La nave de la Epístola alberga también distintos retablos fechados entre el siglo XVII y XVIII. El primero de ellos, situado en el tramo inicial de la nave, da cobijo a un busto de Ntro. Padre Jesús Ecce-Homo. Adentrándonos en la nave formada por capillas adosadas de posterior ejecución, observamos otras piezas retablísticas dedicadas a la Virgen del Rosario de mediados del XVII, San José de estilo rococó y fechado en el XVIII, Ntra. Sra. de la Soledad de la segunda mitad del XVII y por último Ntro. Padre Jesús Orando en el Huerto. Éste último junto con el Santísimo Cristo de la Buena Muerta y Santa María de Jesús, titular de la Parroquia, conforman la hermandad de penitencia que procesiona el Martes Santo.

La Ermita de Nuestra Señora del Castillo es uno de los ejemplos más representativos de la arquitectura religiosa mudéjar en Andalucía Occidental. Prueba de ello es su declaración como Monumento Histórico Artístico desde la temprana fecha de 1931.

Curiosamente al ingresar en el templo uno siente esa impresión inicial de estar en una mezquita. Pero lo cierto es que, desde el principio, se trató de una obra levantada por los pobladores cristianos hacia la segunda mitad del siglo XIV.

La primera elección fue escoger la ubicación dentro de la fortificación medieval. El castillo estaba entonces en pleno funcionamiento como recinto militar, con personal y guardas asignados de manera permanente. El espacio elegido fue un ámbito libre de edificaciones, junto al borde de la antigua plaza de armas, al encontrarse la zona oriental ya urbanizada con distintas dependencias desde época islámica.

La segunda tarea fue remodelar el terreno para asentar el edificio. Para ello, y ajustándose por el flanco sur a la proximidad de la muralla de la fortificación, hoy desaparecida, se acometieron acciones de recrecido y nivelación hasta obtener un espacio lo suficientemente amplio y llano como para ubicar la nueva construcción.
El edificio no ha soportado grandes transformaciones a lo largo de la historia. Su planta original, casi idéntica a la actual, responde a un tipo basilical, con tres naves separadas por ejes de arcos de herradura apuntados que descansan sobre pilares achaflanados de ladrillo. Su cabecera era plana y tripartita, con tres ámbitos independientes destinados a presbiterio, sacristía y capilla secundaria. En el centro, la capilla mayor o presbiterio concentra en su estructura y alzado la mayor parte de los elementos de ascendencia gótica. Entre ellos destaca la bóveda de arista y el esbelto arco apuntado que la separa de la nave de culto. Respecto a las dos capillas laterales, en ambos casos se separan del resto de la nave mediante arcos de medio punto, pero mientras en lado del evangelio se remata con una bóveda ochavada de lacería simple de fuerte influjo almohade, la de la epístola presenta una bóveda baída con pinturas al fresco ya de la Edad Moderna.

Las entradas originales fueron siempre dos: la primera, emplazada a los pies de la nave principal, alberga un fuerte influjo islámico al incorporar, de nuevo, como elemento protagonista el arco de herradura apuntado enmarcado por un alfiz. La segunda, situada en el centro del lado del evangelio, se halla desde el siglo XVIII muy modificada respecto a la composición inicial, con una portada concebida en resalte al estilo gótico de la época.


No en balde, el templo se erige como un ejemplo de simbiosis cultural entre el mundo islámico y cristiano. Desde la elección de los materiales de construcción hasta la mayoría de las soluciones arquitectónicas son deudoras de una herencia musulmana largamente arraigada en nuestra tierra. Esta combinación magistral de estilos artísticos va más allá de la interesante y fructífera convivencia de ideas, enviándonos un mensaje subliminal inequívoco: el triunfo de la fe cristiana. Su materialización se plasma en la elección de los elementos de ascendencia gótica para el lugar protagonista del templo, la capilla mayor o el presbiterio.

Durante la Edad Moderna, el templo recibirá retoques que alteraron de forma puntual su fisonomía. Es evidente que, como cualquier edificio que permanece en uso durante un período de tiempo tan prolongado, la Ermita se presenta hoy como resultado de múltiples actuaciones. El programa de reformas incluyó desde el deseo de mejorar y embellecer los las instalaciones con la incorporación de elementos decorativos acordes con los cánones estéticos de la época (altar mayor, retablos, cancelas, coro alto, etc.), hasta la necesidad de acometer arreglos que eviten la ruina (sustitución de cubiertas de madera), el levantamiento de nuevos cuerpos (capillas laterales y módulo de ingreso) o la reordenación espacial y funcional de distintos ámbitos (conversión de la antigua sacristía en capilla de culto y cierre de la entrada de los pies de la iglesia), entre otras cuestiones. nuevos cuerpos (capillas laterales y módulo de ingreso) o la reordenación espacial y funcional de distintos ámbitos (conversión de la antigua sacristía en capilla de culto y cierre de la entrada de los pies de la iglesia), entre otras cuestiones. Una especial mención merece la talla gótica de la Virgen del Castillo, patrona de la ciudad de Lebrija desde mediados del siglo XVII. Se define por ser una obra anónima de madera policromada, datada hacia el último tercio del siglo XIV por sus características formales, si bien se carece hasta la actualidad de documentación al respecto que avale su proceso de encargo y creación artística. Al igual que otras tallas similares, la imagen sufrió una transformación profunda en el siglo XVIII para adaptarla a las denominadas “imágenes de candelero”, donde solo queda escultóricamente visible las manos y la cara, eliminando (o “mutilando”) aquellas formas de la escultura que entorpecían a la hora de engalanar la imagen con ropajes, vestidos, mantos y alhajas...

La Virgen del Castillo se ubica en la hornacina central del retablo mayor, de estilo barroco (1633), que consta de banco y dos cuerpos de tres calles que se articulan por columnas entorchadas. El camarín original, se puede contemplar hoy en la capilla lateral de la nave de la epístola, tras ser trasladado en 1751, junto al sagrario, a este cuerpo que hasta entonces había servido como sacristía. Cierra el historial constructivo del monumento la restauración del bien entre los años 2001 y 2003. El creciente estado de deterioro que amenaza el edificio y su incuestionable valor histórico, llevó al Excmo. Ayuntamiento de Lebrija, en colaboración con la Hermandad del Castillo, a embarcarse en la siempre difícil tarea de la recuperación de un bien patrimonial, cuyo resultado hoy podemos visitar.

Las Hermandades de la Vera-Cruz fueron fundadas por orden Franciscana en la época de la Reconquista ante los musulmanes. Fue justamente la oposición de la "Santa Cruz" a la "Media Luna" del Islam el símbolo más elemental de aquella secular contienda.

"Vera-Cruz" significa "Cruz-Verdadera", y el Rey Alfonso X, hijo del Rey Fernando III, llamado "El Santo", mandó implantarlas en todos los territorios reconquistados, y entre ellos, la ciudad de Lebrija.

Capilla construida a mediados del siglo XVI, (1557) por maestros locales. Parece que poseía un cementerio junto al muro que linda con la calle Cala de Vargas.


La iglesia de planta rectangular de una sola nave, se cubre por medio de un artesonado de tradición mudéjar y reciente ejecución. Su fundación data de la primera mitad de s. XVI, conservándose de esa etapa la estructuración general del edificio y la espadaña, situada sobre la fachada principal. En el segundo cuarto del XVIII sufriría una notable transformación. A esta etapa corresponde la portada de los pies y la del muro izquierdo, fechada esta última en 1732. La de los pies está formada por un arco de medio punto almohadillado, flanqueado por pilastras toscanas, también almohadilladas, que dan paso a un entablamento recto y liso.
El en altar mayor se alza un retablo que consta de banco, un cuerpo con hornacina central flanqueada por columnas corintias y ático. Realizado a comienzos del s. XIX, presenta una estructura austera de sobria ornamentación tal y como corresponde a la estética neoclásica. Se encargaría la ejecución de este retablo para dar cobijo a una serie de esculturas que existían en el templo, siendo la más sobresaliente la del Cristo de la Vera Cruz, imagen renacentista realizada a mediados del s. XVI atribuida al escultor flamenco Roque Balduque. Es muy singular la apertura de sus brazos en la cruz, y la fisonomía de muchos de sus músculos tensados.


En el muro de la epístola se encuentra un retablo barroco realizado en 1670. Su hornacina central alberga una imagen de la Virgen de talla reciente.


En el arranque de la nave del evangelio se encuentra otro retablo barroco de un solo cuerpo con hornacina central enmarcada por medias columnas salomónicas y ático. Pertenecía a la Hermandad de Ntra. Sra. de las Angustias de Jerez de la Frontera y fue adquirido para esta capilla en 1758. Da cobijo a una imagen de San Juan de Letrán realizada a mediados del s. XVII.


Con anterioridad, albergaba este retablo la talla de Nuestra Señora de Consolación de autor desconocido y titular de la Hermandad de la Vera-Cruz. Se trata de una obra cuya posible datación corresponda a los inicios del siglo XVII. La obra pertenece a una evidente etapa barroca. Parece que fue una imagen con gran devoción en nuestro pueblo, hasta el nombramiento de Nuestra Patrona, Ntra. Sra. del Castillo. Ntra. Sra. de Consolación, procesionaba de gloria en el día de su onomástica el ocho de septiembre. En la actualidad, lo hace como dolorosa en la mañana del Viernes Santo.

LA PRESENCIA FRANCISCANA EN LEBRIJA

Las primeras noticias que tenemos acerca de los padres franciscanos se remontan a 1570, cuando fundaron el convento de “San Francisco”. El inicio de este convento fueron las constantes visitas que los franciscanos hacían a nuestro pueblo, con el fin de llevar a cabo su labor evangelizadora. Antes de tener su propio convento, que se levantó gracias a unos terrenos donados por el pueblo, se cree que probablemente pernoctaban en la Ermita de San Benito. Años más tarde, en 1835 abandonaron Lebrija hasta que en 1900 el convento fue de nuevo habitado por los franciscanos procedentes del Colegio de Regla de Chipiona.

¿QUÉ PASÓ EN 1835?

Durante la regencia de María Cristina de Borbón-Dos Sicilias se legitimaron una serie de Reales Decretos que acabarían con la mayoría de las órdenes religiosas con las que contaba el país, afectando especialmente a las órdenes masculinas. En julio de 1835 los conventos que contaban con menos de doce religiosos fueron suprimidos tras la aprobación de un Decreto por parte de Martínez de la Rosa y el Conde de Toreno.
Toreno. Tras la aplicación de esta Decreto se clausuraron 892 conventos, dejando a España con tan solo 1048 de estos edificios. No obstante, esto no supuso la obligación de dejar los claustros ya que los religiosos que pertenecían a los conventos suprimidos se podían incorporar a otros que perteneciesen a su misma Orden.

Un año más tarde, en 1936 siendo ya presidente del consejo de ministros Juan Álvarez Mendizábal, se establece y ejecuta un nuevo Decreto por el que se impone la exclaustración general de todos los monasterios de órdenes religiosas masculinas, con excepción de las que se dedicasen a labores y tareas hospitalarias, misioneras o educativas. En cuanto a los edificios y el patrimonio que poseían dichos conventos, el Decreto disponía que fuesen requisados y pasasen a ser propiedad de la Caja Real de Amortización para la extinción de la deuda pública. Así pues, este proceso de desamortización produjo que todos los bienes pertenecientes a la Iglesia fuesen, en la mayoría de las ocasiones, puestos en venta, subastados o destinados a uso público.

¿SABÍAS QUE...?

El convento de San Francisco fue una de las casas-noviciado más relevantes de la provincia.

Durante muchos años el Convento acogió en su interior el conocido “Colegio de los frailes”, donde muchos lebrijanos pasaron su infancia. Los terrenos que antaño ocupaban los huertos de siembra se han convertido en un parking subterráneo.

Además, también se ha cedido parte del patio interior del convento al Centro de Alzheimer Miguel Dorantes.

LA VIDA DE ESTOS MONJES gira en torno a las prácticas de caridad, pobreza y cuidado de los enfermos y desahuciados. Además, estudian con el objetivo de prepararse doctrinalmente y llevar a cabo labores educativas.

EMBLEMAS DE LOS FRANCISCANOS

La cruz de Jerusalén: apareció en la Edad Media, durante las cruzadas, como emblema del nuevo reino formado en Tierra Santa. Esta insignia es una cruz formada por cinco cruces rojas (una cruz acompañada de otras más pequeñas en cada uno de sus ángulos), que hacen alusión a las cinco llagas de Jesucristo.

Cordón: el cordón que usan para ajustarse el hábito a la cintura, lleva tradicionalmente tres nudos que representan los fundamentos de su orden: obediencia, castidad y pobreza. También hay quienes realizan cinco nudos al cordón haciendo alusión a las cinco llagas causadas a Jesucristo por la crucifixión. El cordón era una modesta cuerda frente al “ostentoso” cinturón de cuero usado por otras órdenes.

 

 

Edificio de filiación mudéjar, fue reformado y ampliado durante el Barroco. En el año 1985 fue demolido debido a su mal estado dando lugar a la actual Plaza.

Hasta 1686 existieron en Lebrija 3 hospitales: Santa María de la Piedad, Santa Misericordia y Santa Caridad de Nuestro Señor Jesucristo. A partir de ese momento la administración de los tres hospitales se unificó, ya que esto les permitiría facilitar su administración y cumplir con sus funciones. Tras dicha unificación administrativa todos los hospitales siguieron ejerciendo su labor, cobrando mayor importancia el hospital de Santa María de la Piedad, ya que era el más idóneo debido a su gran capacidad y a las condiciones en las que se encontraba.

 

Una de las personas que continuó la obra social que en su día iniciasen Don Andrés Sánchez de Alva y Dña. Otilia Calderón, fue su prima Doña Manuela Murube quien dedicó gran parte de su vida a ayudar a mantener el asilo y proporcionar unas buenas condiciones de vida a quienes allí vivían. Además de esto, Doña Manuela donó unos valiosos cuadros, de la pintora lebrijana Antonia Rodríguez Sánchez de Alva, al asilo. Dichos cuadros se pueden ver aún en su interior.

Debido a su gran dedicación, en el año 1962 se le dio el nombre de Plaza de Manuela Murube al lugar en el que se encuentra ubicado el asilo.

Además de todo ello, Doña Manuela Murube fundó, en el año 1917, el colegio San José, al que solo podían asistir niñas. Este colegio estuvo en manos de las Hijas de la Caridad del Asilo de San Andrés. Actualmente el Asilo es en una reconocida residencia de ancianos.

¿SABÍAS QUE...?

Fue D. José Monge quien realizó el diseño y llevó a cabo la construcción del Asilo San Andrés. Este lebrijano fue también el artífice de la conocida “Casa de Dña. Salud”, ubicada en la calle Ignacio Halcón, junto al Ayuntamiento. Ayuntamiento.

Durante los siglos XV y XVI la plaza Manuela Murube, junto con las actuales plazas “Juan Díaz de Solís” y “Manuel Halcón” (también conocida como “El Pilar”), formaron un único emplazamiento que llevó el nombre de “Campo del Príncipe”. A este lugar llegaban los ganaderos en busca de un sitio donde descansar y dar agua a sus reses, por lo que popularmente fue llamado “El abrevadero”.

Posteriormente llevó diferentes nombres como “Plaza de San Francisco” y “Plaza del Príncipe Alfonso”, hasta que finalmente se le dio su nombre actual.

ANTONIA RODRÍGUEZ SÁNCHEZ DE ALVA

Fue una reconocida pintora romántica lebrijana. Nació el 19 de mayo de 1835, en el número 4 de la calle Trinidad, y murió el 23 de enero de 1868. Comenzó a pintar siendo sólo una niña y destacó pronto en este difícil mundo gracias a sus pinturas de temática religiosa y al género del retrato.

Aunque desafortunadamente murió muy joven, dejó un importante legado artístico. Hubo dos obras que marcaron especialmente su carrera artística, “Autorretrato” y “San Cristóbal”. Esta última obra estuvo durante varios años en la Parroquia de Santa María de la Oliva (Lebrija). Lo más sorprendente de esta pintura, no era su gran tamaño ya que mide 5,29 x 2,73 m, sino que fue realizada cuando Antonia contaba con apenas 17 años y fue terminada en tan solo 43 días.

En diferentes lugares de nuestro pueblo podrá observar algunas de sus obras. En el Asilo de San Andrés, por ejemplo, se encuentran algunas de ellas, de las que podemos destacar: “San Francisco de Paula”, “Los desposorios de la Virgen con San José”, “San Pablo Ermitaño” y “San Esteban”.

En los años 60, la Hermana Sor María Rodríguez decidió organizar, en la antigua huerta del asilo, una tómbola para ayudar a las personas más necesitadas de otros países. Con el paso de los años, esta tómbola se convirtió en una tradición que llega hasta nuestros días.

Así, cada año aprovechando los meses de verano, las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul junto con la ayuda de los jóvenes de JMV (Juventudes Marianas Vicencianas) y un grupo de mujeres de la Medalla de la Milagrosa, organizan este festival benéfico conocido popularmente como “Mercadillo misionero”.

Se celebra, generalmente, durante las tardes del primer fin de semana de agosto en la Plaza Manuela Murube. En él podrá encontrar desde libros y juguetes hasta ropa, donados por diferentes empresas y comercios. Durante las noches se puede disfrutar de diferentes tapas típicas lebrijanas y de las actuaciones de distintos grupos musicales, que también colaboran de forma altruista con la causa. Todos los beneficios recaudados son destinados a labores sociales, entre las que podemos destacar las misiones de los Padres Paúles en Madagascar y las misiones que tienen las Hermanas de la Caridad en Marruecos.